15 de noviembre de 2024
Tabú y censura del desnudo femenino en el arte
¿Te ha llamado la atención que la historia del arte está llena de mujeres lampiñas? La diosa Venus, Psique, ninfas, las tres gracias, la mismísima Eva… y la lista sería interminable. ¿Dónde ha quedado el vello púbico, inherente al cuerpo humano, en todas las representaciones del desnudo femenino?
¿Por qué lampiñas?
Resulta que desde la Antigua Grecia, el vello púbico era sinónimo del deseo sexual de las mujeres, de vulgaridad e indecencia. Incluso, se supone que desde aquel entonces existían ungüentos artesanales que se empleaban para la depilación de la zona íntima. Como es de suponer, el arte se hizo eco de aquellas convenciones sociales.
De hecho, representar el cuerpo desnudo siempre ha sido visto con cierto recelo, así que los pintores que lo hacían, en su mayoría, optaban por camuflar la zona íntima con la postura del personaje (Ej.: Leda y el cisne, Alexander Nyulassy) o se le cubría a medias con un paño (Ej.: Amanecer, William Bouguereau) o el mismo cabello de la fémina se hacía tan largo que cubría la parte púbica, como sucede en el famoso cuadro del pintor renacentista Sandro Botticelli El nacimiento de Venus. Y como dejan entrever estas tres obras, los temas mitológicos y alegóricos eran los que se adecuaban –moralmente hablando- para insertar cuerpos desnudos sin causar grandes escándalos ni ruborizar más de la cuenta.
Antes de la maja
Muchos afirman que La maja desnuda (1795 – 1800), del pintor español Francisco de Goya, fue el primer desnudo donde se representa el vello púbico femenino en la historia del arte. Sin dudas, es esta una obra transgresora. En ella Goya, aunque respeta la tradicional representación de Venus tendida sobre un lecho, también la concibe mirando provocativamente al espectador, sin estar acompañada de Cupido o de un perrito como era habitual, lo que la distancia de las idealizadas Venus que abundaban hasta entonces. Los cánones de los temas mitológicos para cobijar el desnudo, no parecen aquí, haberle importado demasiado a Goya, y mucho menos a Manuel Godoy, primer ministro de Carlos IV, quien le encargara la obra al artista para disfrutar de ella en la privacidad de su gabinete, donde coleccionaba más de un desnudo artístico.
Sin embargo, ya sabemos que eso de los “primeros” o “segundos” puede ser muy relativo. Y obras como La muerte y la doncella, del pintor alemán Hans Baldung, le quitan a la maja la primicia. En esta representación del popular mito de la muerte y la doncella, el pintor hace uso de lo grotesco, y aunque coloca una tela alrededor de las caderas de la joven, la transparencia de esta deja ver un pubis cubierto de vellos, algo totalmente atípico para el siglo XVI. Para colmo, a Hans Baldung no le bastó con hacerlo una vez, sino que repitió su osadía en otra obra similar: La muerte y la mujer.
Un escándalo hasta hoy
Por aquello de no ser absolutos, me atrevería a decir que El origen del mundo, si no ha sido la obra más escandalosa de la historia del arte, se encuentra en un top 3. Fue creada en 1866 y aunque permaneció oculta durante muchos años, aún hoy día, expuesta en el Museo de Orsay de París, muchas personas siguen de largo su recorrido aparentando no verla. Y es que Gustave Courbet no solo mostró el vello púbico como pudieron hacerlo Hans o Goya, sino que lo convirtió en el protagonista principal de su obra.
Aunque no con el nivel de desinhibición de Courbet, ya en la segunda mitad del siglo XIX, notamos que algunos artistas se suman a la causa y comienzan a incluir el vello púbico en sus desnudos femeninos, como es el caso del pintor inglés William Etty, que en más de una ocasión lo recrea.
Con todo lo que la naturaleza les dio
El siglo XX, nos trae las vanguardias, conformadas por artistas que deciden liberarse de las ataduras, tabúes y convencionalismos sociales que habían regido el arte hasta ese momento. Entre las muchas revoluciones formales y conceptuales que hicieron estos osados dentro del arte, está el hecho de comenzar a representar a las mujeres con todo lo que la naturaleza les dio, incluido el vello púbico. Las obras de Edvard Munch, Ernst Ludwig Kirchner, Amedeo Modigliani, Suzanne Valadon, Egon Schiele… no nos dejarán mentir.
¿Todo el público lo aceptó a partir de entonces? Definitivamente, no. Hubo más de una exposición censurada por ese motivo y más de un llamado de atención a los artistas que hicieron de él algo recurrente. Y, aunque pudiera parecernos contraproducente, en pleno siglo XXI el desnudo artístico sigue siendo un tema tabú para algunos, censurable sobre todo en espacios públicos y en el ámbito digital, lo que, sin dudas, limita la creación de los artistas, la promoción y la venta de sus obras. Estamos en presencia, pues, de una asignatura aún pendiente entre el arte y la sociedad.