23 de mayo de 2025
Charles Chaplin: un gran pintor
Si en algún momento escuchas decir que Charles Chaplin fue un gran pintor, no pienses que es un error. El destino quiso que dos grandes genios del arte llevaran ese nombre: uno, en el ámbito cinematográfico y, el otro, en el de las bellas artes. Con el permiso del ocurrente Charlot, hablemos del francés Charles Joshua Chaplin (1825 - 1891).
Para que tengamos una idea del talento de este artista, la emperatriz Eugenia, esposa de Napoleón III solicitaba a gritos su talento, y el mismísimo emperador simpatizaba con su trabajo. De hecho, durante los años de su mandato, fue unos de los pintores favoritos de la familia imperial, al punto de que lo contrataron para cambiar la decoración de las habitaciones de la emperatriz.
Si bien en los primeros años de su carrera, Charles Chaplin mantuvo un marcado interés por el naturalismo, en la segunda mitad del siglo XIX su estilo comienza a mutar hacia uno más libre, que resalta por su sensualidad, erotismo y por tener como protagonistas a las mujeres.

Su producción está inundada de retratos de mujeres semivestidas, que insinúan o dejan ver sus senos, como sucede en la obra Ensueño, donde una joven en pose de total relajación, mira al espectador a los ojos, mientras sus pechos quedan al descubierto. La espontaneidad de estos retratos no solo radica en lo que muestran, sino en cómo lo muestran: la pincelada es suelta, ligera, poco precisa, sobre todo en los ropajes y cabellera, que tienden a fundirse con el fondo. El mayor naturalismo está en el rostro, que conecta inmediatamente con quien observa la obra, mediante la seducción.
En este otro Ensueño, el artista se abstiene del cruce de miradas con el espectador, y retrata el momento del sueño plácido, mientras que los pechos al descubierto continúan aportando el componente erótico tan presente en su producción. Una vez más, es al cuerpo humano –principalmente rostro y manos- al que el artista le otorga un mayor nivel de detalles; en tanto que las sábanas y el almohadón se diluyen con el fondo.

Otra parte de su producción –pudiéramos decir, más tierna- recrea la vida de jóvenes féminas dentro de sus casas: algunas se contemplan ante un espejo, descansan, realizan labores domésticas o leen una carta, como sucede en Niña leyendo, donde vemos a una jovencita ensimismada con el contenido de una nota. En estos casos, los fondos sí son trabajados con esmero, recreando con lujo de detalles los ambientes interiores en que sitúa a las jóvenes. De ahí, el ramo de flores junto al sombrero, el cuadro en la pared, la cesta y la manta colocada al descuido encima de la silla, porque, eso sí, siempre procura regalarnos ambientes informales y espontáneos. La gracilidad de estas representaciones es enfatizada por una paleta que se mueve entre los rosas, blancos y azules claros.

Además de sus dotes como pintor y grabador, Charles Chaplin tuvo otro gran mérito: apoyar a las mujeres que querían ser artistas, en una época donde esa profesión les estaba prácticamente vedada. A escondidas, en su estudio, Chaplin recibía a aquellas féminas “empecinadas” para que perfeccionaran sus habilidades pictóricas; algo que debemos agradecerle, pues entre sus alumnas se encontraba, por ejemplo, la estadounidense Mary Cassatt, que pasaría a la historia como una gran pintora impresionista.
A pesar de que fue aclamado por los altos estratos sociales de su época y admirado por reconocidos artistas y críticos, a pesar de haber expuesto en los más importantes certámenes del momento, de haber sido condecorado en vida con medallas, distinciones y de que sus restos descansen en el afamado cementerio francés de Père Lachaise, en la actualidad, Charles Chaplin no es todo lo conocido que debería ser. Así que si en algún momento oyes mencionar ese nombre, no pienses solo en el gran cineasta, sino también en el gran pintor que lo llevó.